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Esta serie de grabados estampados sobre diferentes soportes es un canto a la vida, su intención es alabar la posibilidad y alegría de permanecer en este mundo. El cuerpo, mi cuerpo, es símbolo de resistencia y adaptabilidad, de supervivencia y gozo.

Durante los últimos seis años uno de mis temas principales ha sido el autorretrato, tema que he abordado de diferentes maneras: algunas veces desde un punto de vista muy conceptual y abstracto, otras más figurativo; siempre de una manera simbólica. El cuerpo femenino, en específico mi cuerpo, me interesa como motivo de exploración y de definición de identidad. Mi cuerpo, con todas sus imperfecciones, es único: mis cicatrices, lunares, arrugas, etc. me definen como un individuo con determinadas experiencias de vida, inmerso en un ambiente, en un tiempo y en unas circunstancias específicas y siempre cambiantes.

En 2012 retomé el grabado después de muchos años. Desde entonces he estado trabajando sobre linóleo a partir de dibujos a tinta en los que me autorrepresento con diferentes objetos o pensamientos en la cabeza o en el cuerpo, casi siempre desnudo y mostrando las cicatrices que desde hace 15 años forman parte de mi persona después de tener una mastectomía y una reconstrucción a causa de cáncer de mama.

Además de estampar los grabados sobre papel, lo hago sobre telas de diferentes características, aprovechando sus calidades (transparencia, textura, color, estampado, etc.) y bordo sobre ellas, incorporando chaquiras u otros materiales.

Bordar y coser es una herencia de mi abuela materna, que era modista y con la que crecí. Para mi el bordado es una práctica identitaria y de resistencia.

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